Biblia Viva

...la Biblia de Jerusalén

II Samuel 15, 2-32

2 Se levantaba Absalón temprano y se colocaba a la vera del camino
de la puerta, y a los que tenían algún pleito y venían donde el rey para el
juicio, les llamaba Absalón y les decía: «¿No eres tú de...?» El respondía:

«Tu siervo es de tal tribu de Israel.»


3 Absalón le decía: «Mira, tu causa es justa y buena, pero nadie te
escuchará de parte del rey.»

4 Y añadía Absalón: «¡Quién me pusiera por juez de esta tierra!
Podrían venir a mí todos los que tienen pleitos o juicios y yo les
haría
justicia.»

5 Cuando alguno se acercaba a él y se postraba, le tendía la mano, le
retenía y le besaba.

6 Así hacía Absalón, con todos los israelitas que iban al tribunal del
rey. Absalón robaba así el corazón de los hombres de Israel.

7 Al cabo de cuatro años dijo Absalón al rey: «Permíteme que vaya a
Hebrón a cumplir el voto que hice a Yahveh.

8 Porque tu siervo hizo voto cuando estaba en Guesur de Aram
diciendo: Si Yahveh me permite volver a Jerusalén, daré culto a Yahveh en
Hebrón.»

9 El rey le dijo «Vete en paz.» El se levantó y se fue a Hebrón.

10 Envió Absalón mensajeros a todas las tribus de Israel diciendo:

«Cuando oigáis sonar el cuerno decid: «¡Absalón se ha proclamado rey en
Hebrón!»

11 Con Absalón habían partido de Jerusalén doscientos hombres
invitados; eran inocentes y no sabían absolutamente nada.

12 Absalón mandó a buscar a su ciudad de Guiló a Ajitófel el
guilonita, consejero de David, y lo tuvo consigo cuando
ofrecía los
sacrificios. Así la conjuración se fortalecía y los partidarios de Absalón iban
aumentando.

13 Llegó uno que avisó a David: «El corazón de los hombres de Israel
va tras de Absalón.»

14 Entonces David dijo a todos los servidores que estaban con él en
Jerusalén: «Levantaos y huyamos, porque no tenemos escape ante Absalón.
Apresuraos a partir, no sea que venga a toda prisa y nos dé alcance, vierta
sobre nosotros la ruina y pase la ciudad a filo de espada.»

15 Dijeron al rey sus servidores: «Para todo cuanto mi señor el rey
elija estamos aquí tus servidores.»

16 El rey salió con toda su casa, a pie, dejando diez concubinas para
guardar la casa.

17 Salió el rey a pie, con todo el pueblo, y se detuvieron en la última

casa.

18 Estaban con él todos sus veteranos. Todos los kereteos, los

perizitas, Ittay y todos los guititas, seiscientos hombres que le
habían
seguido desde Gat, marchaban delante del rey.

19 Y dijo el rey a Ittay el guitita: «¿Por qué has de venir tú también
conmigo? Vuélvete y quédate con el rey porque eres un
extranjero,
desterrado también de tu país.

20 Llegaste ayer ¿y voy a obligarte hoy a andar errando con nosotros,
cuando voy a la ventura? Vuélvete y haz que tus hermanos se vuelvan
contigo; y que Yahveh tenga contigo amor y fidelidad.»


21 Ittay respondió al rey: «¡Por vida de Yahveh y por tu vida, rey mi
señor, que donde el rey mi señor esté, para muerte o para vida, allí estará tu
siervo!»

22 Entonces David dijo a Ittay: «Anda y pasa.» Pasó Ittay de Gat con
todos sus hombres y todas sus criaturas.

23 Iban todos llorando con gran llanto. El rey se detuvo en el torrente
Cedrón y toda la gente pasaba ante él por el camino del desierto.

24 Iban también con él Sadoq y todos los levitas, llevando el arca de la
alianza de Dios. Se detuvieron con el arca de Dios junto a Abiatar hasta que
todo el pueblo acabó de salir de la ciudad.

25 Dijo el rey a Sadoq: «Haz volver el arca de Dios a la ciudad. Si he
hallado gracia a los ojos de Yahveh, me hará volver y me permitirá ver el
arca y su morada.

26 Y si él dice: “No me has agradado”, que me haga lo que mejor le
parezca.»

27 Dijo el rey al sacerdote Sadoq: «Mirad, tú y Abiatar volveos en paz
a la ciudad, con vuestros dos hijos, Ajimaas, tu hijo, y Jonatán,
hijo de
Abiatar.

28 Mirad, yo me detendré en las llanuras del desierto, hasta que me
llegue una palabra vuestra que me dé noticias.»

29 Sadoq y Abiatar volvieron el arca de Dios a Jerusalén y se
quedaron allí.

30 David subía la cuesta de los Olivos, subía llorando con la cabeza
cubierta y los pies desnudos; y toda la gente que estaba con él
había
cubierto su cabeza y subía la cuesta llorando.

31 Notificaron entonces a David: «Ajitófel está entre los conjurados
con Absalón», y David dijo: «¡Vuelve necios, Yahveh, los consejos de
Ajitófel!»

32 Cuando David llegó a la cima donde se postran ante Dios, le salió
al encuentro Jusay el arquita, amigo de David, con la túnica desgarrada y
cubierta de polvo su cabeza.